
Portofino en Secrets en Cancún fue como encontrarte por casualidad con el tipo de comida que Anthony Bourdain habría elogiado. De esas donde el salón vibra, los platos llegan como pequeñas obras de arte y la gente detrás de la comida te hace sentir como si te hubieran invitado a la familia.
¿La comida? Fantástica. Cada bocado equilibrado, sabores que tenían sentido pero que a la vez te mantenían curioso. La presentación fue perfecta, sin ser recargada para Instagram, sino claramente hecha por manos que se preocupan. El servicio fue de esos que no se olvidan, de esos que anticipan tu próximo movimiento sin agobiarte. Diego, nuestro mesero, fue de primera clase; el tipo de persona que te hace sentir que tu mesa es la única que importa. Y conocer al chef fue un extra. Una breve introducción y una sonrisa que decía: "Sí, sabemos que esto es bueno".
Si te encuentras aquí, no te limites a comer. Quédate un rato. Deja que Diego te guíe. Y cuando salgas, sonreirás como si te hubieras salido con la tuya.