Iba con mi pareja, después de mucho tiempo de ordenar le sirvieron a él, pasó mucho más tiempo, terminó de comer y aún no me traían un plato de pozole que pedí, y eso que el restaurante estaba prácticamente vacío, solo una mesa más. Veíamos a los meseros platicando y riendo al fondo en la puertita de la cocina, preguntamos y al poco rato trajeron el pozole (como que se les había olvidado o algo). Es el peor pozole que he probado, no tenía sabor, era como agua de calcetín. Me lo comí. Al rato sin pedírselo ni nada llega el mesero, pasa y nos avienta el ticket de la cuenta que ni le habíamos pedido, ni siquiera sabía si pediríamos algo más. La peor experiencia jamás pasada en ningún restaurante. Qué pena que esté en pleno centro histórico.
Cabe destacar que somos personas muy tranquilas y jamás les reclamamos nada de eso ni perdimos la amabilidad (cosa que ellos no tenían).