Taqueria El rincon Otomi en Xonacatlán

Acababa de aterrizar a Toluca desde Dubai y mi restaurante favorito donde cocinan con sal del Himalaya y diamante rayado estaba cerrado, así que tomé la decisión de darme un baño de pueblo y visitar los lugares más lúgubres de esta ciudad para saciar mi hambre, sin saber que fue un gravísimo error. Al entrar, sentí un olor muy desagradable, olía a puro deudor, su olor a dedudas en elektra emanaba por todo su ser. Les cuestioné sobre sus deportes favoritos, esperando que me respondieran que el polo o el golf y su respuesta fue que les fascinaba endeudarse en Coppel. Alucinaba en este lugar ya que los rascacazuelas se hacían tacos con doble, sentía como si estuviera en un zoológico. Al cuestionarle su forma de vivir, estos “comensales” se abalanzaron hacia mí como un prieto en las despensas del gobierno. Me sentía en peligro, creí que era mi final. Gracias a dios que el mesero estuvo ahí para defenderme, a pesar de que su color es color crimen, me salvaguardó.