
Descubrí este tesoro escondido por casualidad, y resultó ser uno de los mejores momentos de mi viaje a la Ciudad de México. El chef (posiblemente el dueño) fue increíblemente amable. Cuando se dio cuenta de que no hablaba español, pacientemente cambió al inglés para explicarme el menú. Pedí un taco y una cerveza, y ambos estaban excelentes: la comida era fresca y sabrosa, y la bebida combinaba a la perfección.
Ya había comido antes de visitar este mercado, así que no tenía suficiente espacio para probar más platillos, aunque otros en el menú se veían tentadores. Junto con mi pedido, me ofrecieron amablemente un pequeño tazón de sopa de pescado y camarones, que también estaba excelente. Charlamos en inglés sencillo y con la ayuda de Google Translate, y a pesar de la barrera del idioma, la interacción fue muy cálida y genuina. Incluso me ofrecieron un trago de una bebida local de cortesía, algo totalmente inesperado, pero un gesto amable que agradecí mucho.
La comida en sí estuvo genial, pero fueron las personas quienes hicieron que esta experiencia fuera realmente memorable. El precio era muy razonable y, a diferencia de muchos restaurantes para turistas, no presionaban para que diera propina ni la incluían automáticamente en la cuenta. Di propina por agradecimiento, no por obligación.
En general, quedé muy satisfecho con mi visita y sin duda recomendaría esta marisquería (Marisquería San Juan) a cualquiera que busque buena comida local. Definitivamente volveré la próxima vez que esté en la Ciudad de México.