Fui cerca de las 7 p. m., en día de ley seca, así que esta vez solo pedí limonada (muy buena), aunque en visitas anteriores sus micheladas han sido de mis favoritas en Cancún.
Pedí dos tostadas: una de camarón y otra de aguachile. Y qué aguachile… sinceramente, es el mejor que he probado en Cancún. Tiene el balance perfecto entre frescura, acidez y picante, sin exagerar en nada. Cada bocado se siente vibrante, sabroso y bien cuidado. Te hace cerrar los ojos por un segundo para disfrutarlo mejor. Una joya inesperada, especialmente estando en zona centro.
Las porciones son generosas (alrededor de $120 por tostada), y por lo que ofrecen, vale cada peso. La tostada de camarón también muy bien ejecutada, aunque la estrella fue, sin duda, el aguachile.
El servicio esta vez fue un poco lento, pero como ya he ido otras veces y normalmente es rápido y atento, no lo considero la norma.
El ambiente es sencillo y relajado, sin pretensiones. No es elegante ni busca serlo, pero eso lo hace ideal para una comida casual, sin complicaciones y con excelente calidad.